lunes, 4 de mayo de 2009

Frente al ataque físico

Supongamos que lo peor ya ha sucedido; las precauciones no bastaron y estamos solos y a punto de ser asesinados. A pesar del hecho de que estamos acorralados por un asaltante fuerte y amenazador, aun si está armado, todavía no estamos derrotados; no todo se ha perdido. Calmémonos, miremos, pensemos. Él espera que nosotros nos demos por vencidos y es por este exceso de confianza que el delincuente es vulnerable.

Enfrentemos la situación. ¿Quién es este asaltante y qué quiere? ¿Se trata solamente de un inofensivo borracho? En este caso, simplemente escabullámonos y corramos; quizá esto sea todo lo que tengamos que hacer. No desperdiciemos un doloroso retortijón de muñeca ni una patada en los testículos en un borracho. Es probable que esté tan anestesiado por el alcohol que no sentirá ningún dolor.

¿Se trata, por el contrario, de un hombre perverso y sobrio?

¿Es nuestro bolso lo que desea? Hay que dárselo, pero estemos preparadas para defendernos. ¿Intenta violarnos? En esto no hay reglas escritas, y somos solamente nosotras quienes decidimos cuánto vale nuestro honor. La violación por sí misma no nos destruirá. Siempre podremos hablarle, suplicarle, sollozar o distraerle lo suficiente como para escapar. Tratemos de dominar la situación y de reaccionar según nuestro juicio, pero lo que es importante es contar siempre con un plan de escape inmediato. El atacante puede empezar a ceder y nosotras a volver a atacar. ¿Trata de asesinarnos? Primeramente, hay que tratar de distraerle, arrojándole algo (un cigarrillo encendido a }os ojos, algún objeto). No vacilemos en arrojarle algo, ya que esto lo pone en estado de alerta; finjamos un desmayo, y cuando esté desprevenido, empecemos inmediatamente nuestro ataque. Golpeemos en el blanco de uno de sus puntos vitales con toda nuestra fuerza, lanzando un grito de karate al unísono. Aun cuando nuestro ataque no tuviera todo el éxito que esperamos, la distracción le hará ceder un poco, lo cual aprovecharemos para huir.

No subestimemos a nuestro enemigo. Siempre ataquemos la debilidad de nuestro atacante y supongamos que solamente contamos con una oportunidad. El ataque débil a uno de sus puntos vitales sólo puede servir para que se enfurezca. Las mejores técnicas casi siempre son inútiles sin equilibrio, velocidad y fuerza.

Debemos tener presente que dichas técnicas son un pasaporte para escapar. Hay que utilizar la fuerza necesaria para vencer a nuestro enemigo. En caso de que lo derribemos y no hay nada por los alrededores para que lo auxilie, no nos quedemos allí ni siquiera tratemos de auxiliarlo de ninguna forma: ¡Corramos cuanto antes!

Por nuestra parte. Este curso introductorio de autodefensa, nos proporcionará toda la información básica para derrotar a cualquiera y a cada uno de nuestros potenciales enemigos. Sin embargo, debemos estar en buena condición física. Hay que practicar, practicar y practicar estas técnicas para garantizar su acción refleja automática. Aun después de haberlas aprendido, hay que revisarlas cada semana, cada mes, cada año. No podemos darnos el lujo de dormirnos en nuestros laureles. Si necesitamos utilizar alguna de estas pericias, solamente tendremos algunos segundos para ponerlas en práctica y no contaremos con el tiempo suficiente para pensar. Sin embargo, cualquier acción, aunque sea imprecisa e inepta, es mejor que la total resignación.

El equilibrio es importante. El asaltante no sabe esto y ciertamente no piensa en ello cuando se encuentra a punto de atacar a una mujer. Cuando se inclina hacia adelante o levanta el brazo para golpear, probablemente se encuentra fuera de equilibrio y con toda seguridad será una especie de muñeco ante nuestro contrataque totalmente inesperado. Si nosotras estamos en una postura equilibrada y él se encuentra fuera de todo equilibrio, con este solo hecho anulamos las diferencias de tamaño y fuerza. Quizás pese 80 kilogramos, pero en el momento en que nos embiste y nos escabullimos, es tan ligero como una pluma. Siempre hay que aprovecharse de su peso fuera de equilibrio. Dirijamos sus movimientos en vez de directamente oponernos a ellos. Utilicemos el principio de la palanca para nuestro provecho. Puede ser tan fuerte como un toro, pero hay que recordar que en su cuerpo existen muchos puntos vitales invisibles y que, un golpe preciso en cualesquiera de ellos, bastará para pararlo en seco.

Primeramente, pues, hay que distraerlo; en seguida hay que contratacar.

Tengamos presente que las patadas tienen un alcance larguísimo y que son completamente inesperadas. Es cierto que con sus brazos nos puede alcanzar, pero, con todo, nuestras piernas son más largas y fuertes. Las patadas deben ser rápidas, precisas y fuertes para que sean completamente eficaces. Es menester practicarlas hasta que sean perfectas.

Finalmente, no hay que olvidar el grito de karate. Muchos asaltantes correrán a refugiarse donde puedan cuando escuchen ese alarido que hiela la sangre. Un grito de karate efectivo les hará incluso perder el equilibrio, lo cual puede permitirnos escapar sin que siquiera se haya efectuado contacto físico alguno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario